Esta es la segunda de las preguntas que con más asiduidad hacen los niños británicos a sus padres, según un estudio publicado por la revista Muy Interesante.
La respuesta es compleja, porque se debe a tres causas: a la relación entre la longitud de onda de la luz y los colores, a la composición de la atmósfera y a nuestra capacidad para interpretar los estímulos lumínicos que captan los ojos. La primera y la tercera son comunes a todos los colores que percibimos y los que no percibimos. Así que, en un aspecto último, el color del cielo viene dado por la composición de nuestra atmósfera. Pero vamos a explicarlo todo.
Según Newton, la luz blanca se descompone en múltiples frecuencias de onda al chocar contra un objeto, siendo este del color de las longitudes de onda que refleje. Estas frecuencias van desde las más altas, los infrarrojos, que poseen las longitudes de onda más largas; hasta las más bajas, los ultravioleta, con ondas pequeñas y muy continuadas.
Es aquí donde entra la composición de la atmósfera. El aire puro es incoloro, porque es traspasado por la luz sin encontrar obstáculos. Sin embargo, las minúsculas partículas de polvo y de vapor de agua, que son más pequeñas que la mayor parte de las frecuencias de onda, las dispersan, es decir, las desvían de su camino, aunque sea mínimamente. Al ser las ultravioleta las de frecuencia más corta, son las más reflejadas, puesto que tienen más posibilidades de chocar que el resto. De esta forma, podemos decir que el cielo terrestre es científicamente más azul-morado que de otro color. (Aunque, en realidad, sea multicolor, porque las partículas atmosféricas también reflejan otras frecuencias de onda. Para percibirlas, dependemos del grado de inclinación de los rayos de sol respecto a nuestros ojos. Y es por eso que nuestros ojos ven ocasos rojizos).
Sin embargo, y aquí entra el factor humano, el diseño de nuestros ojos y nuestro cerebro consigue que solo lo veamos azul. Esto se debe porque los ojos humanos tienen unos órganos de captación del color, denominados conos, que son de tres tipos, según capten el azul, el verde y el rojo (el resto de colores surgen al estimularse conos de varios tipos a la vez). Estos conos son más sensibles al azul que al violeta, por lo que proporcionan una información incompleta al cerebro y este se conforma con la información ofrecida por sus órganos sensoriales visuales: si los ojos ven que el cielo es principalmente azul, el cerebro crea la ilusión de que es totalmente azul.
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