Si alguien ha respondido que los pulpos tienen la sangre de color azul, se ha acercado, pero ha fallado por completo, puesto que los pulpos no tienen sangre, si no hemolinfa, que es el líquido circulatorio de los artrópodos y los moluscos.
La hemolinfa, como la sangre, se encarga del transporte de nutrientes a las células del animal y de recoger sus desechos, de mantener la presión en determinadas partes del cuerpo, de ofrecer soporte inmunitario y coagulante y de transportar las hormonas y el oxígeno. Sin embargo, no va canalizada por vasos sanguíneos, sino que, salvo contadas ocasiones, baña directamente los órganos a partir de un único vaso sanguíneo dividido en departamentos comunicados entre sí, el último de los cuales hace las veces de corazón.
La hemolinfa presenta un color azulado (aunque puede variar de tonos más violáceos a otros más verdosos, incluso ser incolora) puesto que transporta en suspensión una proteína denominada hemocianina (de hemo, "sangre" y cian, "azul"). Al igual que la hemoglobina presente en nuestra sangre, la hemocianina transporta el oxígeno al reaccionar los átomos de metal que contiene; pero, mientras que en la hemoglobina ese metal es el hierro, en la hemocianina es el cobre quien cumple esa función, y su óxido da una tonalidad azulada. Además, la hemocianina no va asociada a ninguna célula sanguínea, como es el caso de la hemoglobina y los hematíes, puesto que está suspendida en la hemolinfa.
Pese a que por la capacidad de oxidación del cobre y por su sistema de transporte, pudiera considerarse que la hemocianina tiene un menor rendimiento que la hemoglobina de la sangre, las condiciones medioambientales de presiones con bajos niveles de oxígeno y frío intenso, donde viven crustáceos y molúscos, hacen que la hemocianina sea mucho más eficiente.
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