Las olas son ondas sísmicas superficiales, es decir, movimientos de un medio material que se propagan por el mismo gracias a la interacción entre este y otro medio material. En este caso, el medio material interfaz es el agua del mar y el actor, la atmósfera.
Las olas se forman cuando el viento rompe la tensión superficial del agua y el agua trata de recuperar su estabilidad inicial.
En un principio, el ciento provoca una elevación de las moléculas de agua, y el agua tiende a recuperar su lisura, produciendo un movimiento igual o mayor que el producido por el viento, pero en el sentido contrario, fundamentado en la fuerza de la tensión superficial . De esta forma, se produce una rizadura u "ola capilar", de pequeña longitud de onda, que va de los milímetros a 1,7 centímetros.
Sin embargo, esta longitud se intensifica a medida que el viento sigue provocando rizaduras que aumentan, a su vez, la fricción entre el aire y el agua. Entonces, entra en juego la fuerza de la gravedad, que tensa y mueve el agua para que recupere su posición inicial. Aparecen entonces las "olas de gravedad". Cuanto mayor sea la velocidad del viento, mayor tamaño tendrán las olas.
Por su parte, los tsunamis son olas debidas a la interacción entre las placas de la corteza terrestre y el fondo marino. Estas ondas de longitudes enormes, llegan a la superficie y se traducen en olas superficiales de dimensiones formidables.
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