Un imán es un cuerpo o material que produce un campo magnético, es decir, una fuerza invisible capaz de impulsar el imán contra determinados materiales ferromagnéticos, como el acero, y atraer o repeler a otros imanes. El magnetismo de un imán, ya sea éste natural o articifial, es permanente.
Fue el científico danés Hans Christian Ørsted quien evidenció la relación existente entre la energía de los electrones y el magnetismo. Ordinariamente, innumerables electrones de un material están orientados
aleatoriamente en diferentes direcciones. Sin embargo, en un imán casi todos los
electrones tienden a orientarse en la misma dirección, creando una
fuerza magnética grande o pequeña dependiendo del número de electrones
que estén orientados. Esta orientación unívoca implica que las polaridades negativas de los electrones no se eliminen con las positivas de los mimos, si no que provocan una sinergia que suma estas fuerzas, atrayendo las polaridades de otros cuerpos hacia sí, si son de distinto signo, o repeliéndola, si son del mismo.
Todo imán presenta dos polos, uno polo norte y otro polo sur, que no deben de identificarse con los términos "polo negativo" y "polo positivo"; un eje mágnético, que une ambos polos, y una línea neutral, que separa los campos de influencia de ambos polos. Si un imán se rompe en dos mitades, ambas mantendrán todas estas partes, aunque su fuerza de atracción disminuirá.
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